El fin de semana del 21 al 23 de septiembre celebramos un encuentro muy especial, en unos de los rincones más bonitos de la geografía cántabra, Liebana. Entre sus montañas y verdes praderas, rodeado de una rica fauna y flora, se encuentra un pequeño y pictórico pueblecillo, Villaverde, donde nuestro amigo Javier dirige un acogedor albergue que toma su nombre del pueblo, “Albergue Villaverde”, junto con Montse, una artista de los fogones.
Vamos a intentar explicar por qué
nos referimos al encuentro como una experiencia muy especial. Unos años atrás en Cabañes, otro pueblo de Liebana, Javier regentaba
otro albergue, donde tanto la Asociación,
como los amigos de la Escuela Cántabra de Fotografía de Naturaleza, celebramos
varios cursos y encuentros. En ellos tuvimos la oportunidad de disfrutar y
aprender dentro de un ambiente de familiaridad y compañerismo, de nuestra
afición la fotografía. Transcurrido el tiempo muchos de esos alumnos y
asistentes a los cursos demandábamos volver a encontrarnos y rememorar las
anécdotas y vivencias que allí vivimos.
El jueves dio paso al viernes y,
al atardecer, comenzamos a llegar a Villaverde
los asistentes al encuentro, junto con algunos de los ponentes como José Manuel
López Jato o Fernando Sanchoyarto que se incorporó el sábado, debido a un pequeño incidente que modificó
sus planes. Así pues, cargados de cámaras, objetivos y de ilusión nos recibía
nuestro amigo Javier, Javi para los
conocidos, con abrazos, besos, risas y mucha tertulia. Seguidamente ocupamos nuestras cómodas y bien
dotadas habitaciones, y dimos cuenta de una copiosa y rica cena. Más tarde, pudimos disfrutar de un audiovisual preparado
por nuestro compañero Ricardo López (al ritmo de una trepidante música de tambores),
con fotografías de los encuentros anteriores, donde pudimos reconocernos
algunos de los asistentes y a viejos amigos. Las exclamaciones se sucedían con
comentarios del tipo de “ese es …”, “ese soy yo”, etc. Posteriormente, Ricardo
hizo entrega a Javi de un ejemplar de un libro donde se recogían algunas
imágenes tomadas durante los cursos realizados por la Escuela, para que formase
parte de la pequeña biblioteca del
albergue.
En el amanecer del sábado
decidimos madrugar y subir a Llesba, en el puerto de San Glorio, para fotografiar
el amanecer, entre los picos de Europa.
Una vez que el sol nos había regalado la calidez en las nubes,
regresamos al albergue para recuperar fuerzas con el desayuno, acompañado de un
rico bizcocho “casero” obra de Montse, la alquimista del albergue.
El resto de la tarde lo dedicamos a charlar
amigablemente, otros a “mariposear”, como tuvo a bien bautizar un compañero la salida
a “fotografiar bichos”, y algún valiente se dedicó a hacer una vía ferrata
cercana. Antes de comer visionamos un audiovisual de los viajes para
fotografiar aves de nuestro compañero
David Izaguirre que nos amenizó el visionado con anécdotas, explicaciones y
curiosidades muy interesantes.
Después de la siesta de algunos y
sobremesa de otros, José Manuel nos preparó un carrusel de algunas de sus
impresionantes fotografías, nocturnas y de atardeceres, fruto de un arduo y
meticuloso trabajo, ofreciendo todo tipo de explicaciones y resolviendo dudas
de su realización. Algunos finalizamos la jornada después de cenar con una
amena tertulia y otros en Cabañes disfrutando de una agradable noche iluminada
por una generosa luna, fotografiando castaños y estrellas.
Ya el domingo algunos madrugamos
para “mariposear” y otros aprovecharon para recuperar alguna hora de sueño,
para después volver a disfrutar de un desayuno reconfortante. El resto de la
mañana se compaginaron tertulias fotográficas y otros se aventuraron con un
paseo relajado bajo un cielo veraniego disfrutando de las vistas, eso sí, al
medio día, blanqueo, cervecita y algo de tapeo, estando Montse no puede faltar.
Después de la comida toco la parte más
triste del encuentro, la despedida, abrazos, besos, foto de grupo y un
compromiso para volver a repetir tan entrañable jornada.
Nos gustaría agradecer a todos
los asistentes el buen ambiente, compañerismo y comprensión, que como ocurre
casi siempre rodea nuestros encuentros, en especial a David, Ricardo y José
Manuel por haber compartido con nosotros su trabajo, al buen hacer de Javi y Montse, que
convirtieron el albergue en nuestro segundo hogar. No podemos acabar el resumen
sin dejar constancia de la frase que más veces se pronunció durante todo el fin
de semana, “esto hay que repetirlo”.
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