miércoles, 3 de octubre de 2018

Un fin de semana para el recuerdo


El fin de semana del 21 al 23 de septiembre celebramos un encuentro muy especial, en unos de los rincones más bonitos de la geografía cántabra, Liebana. Entre sus  montañas y verdes praderas, rodeado de una rica fauna y flora,  se encuentra un pequeño y pictórico pueblecillo, Villaverde, donde nuestro amigo Javier dirige un acogedor albergue que toma su nombre del pueblo, “Albergue Villaverde”, junto con Montse,  una artista de los fogones.

Vamos a intentar explicar por qué nos referimos al encuentro como una experiencia muy especial. Unos años atrás  en Cabañes, otro pueblo de Liebana, Javier regentaba  otro albergue, donde tanto la Asociación, como los amigos de la Escuela Cántabra de Fotografía de Naturaleza, celebramos varios cursos y encuentros. En ellos tuvimos la oportunidad de disfrutar y aprender dentro de un ambiente de familiaridad y compañerismo, de nuestra afición la fotografía. Transcurrido el tiempo muchos de esos alumnos y asistentes a los cursos demandábamos volver a encontrarnos y rememorar las anécdotas y vivencias que allí vivimos.

El jueves dio paso al viernes y, al atardecer,  comenzamos a llegar a Villaverde los asistentes al encuentro, junto con algunos de los ponentes como José Manuel López Jato o Fernando Sanchoyarto que se incorporó el sábado,  debido a un pequeño incidente que modificó sus planes. Así pues, cargados de cámaras, objetivos y de ilusión nos recibía nuestro amigo Javier,  Javi para los conocidos, con abrazos, besos, risas y mucha tertulia.  Seguidamente ocupamos nuestras cómodas y bien dotadas habitaciones, y dimos cuenta de una copiosa y rica cena. Más tarde,  pudimos disfrutar de un audiovisual preparado por nuestro compañero Ricardo López (al ritmo de una trepidante música de tambores), con fotografías de los encuentros anteriores, donde pudimos reconocernos algunos de los asistentes y a viejos amigos. Las exclamaciones se sucedían con comentarios del tipo de “ese es …”, “ese soy yo”, etc. Posteriormente, Ricardo hizo entrega a Javi de un ejemplar de un libro donde se recogían algunas imágenes tomadas durante los cursos realizados por la Escuela, para que formase  parte de la pequeña biblioteca del albergue.

En el amanecer del sábado decidimos madrugar y subir a Llesba, en el puerto de San Glorio, para fotografiar el amanecer, entre los picos de Europa.  Una vez que el sol nos había regalado la calidez en las nubes, regresamos al albergue para recuperar fuerzas con el desayuno, acompañado de un rico bizcocho “casero” obra de Montse, la alquimista del albergue.  

El resto de la tarde lo dedicamos a charlar amigablemente, otros a “mariposear”, como tuvo a bien bautizar un compañero la salida a “fotografiar bichos”, y algún valiente se dedicó a hacer una vía ferrata cercana. Antes de comer visionamos un audiovisual de los viajes para fotografiar  aves de nuestro compañero David Izaguirre que nos amenizó el visionado con anécdotas, explicaciones y curiosidades muy interesantes.

Después de la siesta de algunos y sobremesa de otros, José Manuel nos preparó un carrusel de algunas de sus impresionantes fotografías, nocturnas y de atardeceres, fruto de un arduo y meticuloso trabajo, ofreciendo todo tipo de explicaciones y resolviendo dudas de su realización. Algunos finalizamos la jornada después de cenar con una amena tertulia y otros en Cabañes disfrutando de una agradable noche iluminada por una generosa luna, fotografiando castaños y estrellas.

Ya el domingo algunos madrugamos para “mariposear” y otros aprovecharon para recuperar alguna hora de sueño, para después volver a disfrutar de un desayuno reconfortante. El resto de la mañana se compaginaron tertulias fotográficas y otros se aventuraron con un paseo relajado bajo un cielo veraniego disfrutando de las vistas, eso sí, al medio día, blanqueo, cervecita y algo de tapeo, estando Montse no puede faltar.  Después de la comida toco la parte más triste del encuentro, la despedida, abrazos, besos, foto de grupo y un compromiso para volver a repetir tan entrañable jornada.

Nos gustaría agradecer a todos los asistentes el buen ambiente, compañerismo y comprensión, que como ocurre casi siempre rodea nuestros encuentros, en especial a David, Ricardo y José Manuel por haber compartido con nosotros su trabajo,  al buen hacer de Javi y Montse, que convirtieron el albergue en nuestro segundo hogar. No podemos acabar el resumen sin dejar constancia de la frase que más veces se pronunció durante todo el fin de semana, “esto hay que repetirlo”. 

  


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